Aceptar nuestros errores.


Esta es la historia de un personaje que no se le  permitió madurar y responsabilizarse por sus actos. Sus malos hábitos y actitud le impiden  progresar y la mantienen  siempre en retroceso, heredando  sus actitudes y malos hábitos a sus descendientes, los cuales  a menos que rompan esa cultura no podrán progresar.(véase cultura de la pobreza de Oscar Lewis.)

Julia fue una niña siempre muy querida entre su círculo familiar, su Madre y Padre  por cuestiones de trabajo en la gran ciudad  al no poder cuidarla optaron por enviarla con su abuela materna en espera de poder recibir más atención y apoyo por parte de su familia. La abuela ahora tutora de la niña, después de haber criado a  ocho hijos propios y otros tantos “entenados” llevados por su  acomedido esposo, estaba también muy cansada del menester de cuidar y educar niños. Julia fue amada por todos, pero nadie en particular se hacía responsable por disciplinarla, por darle principios y valores, por guiarla en el sendero de la vida, por lo que ella hacia lo que quería, ya que la abuela no tenía ya las fuerzas para disciplinar  a la niña, la dejaba hacer lo que quisiera: las mentirillas blancas para manipular y conseguir lo que deseaba, después se hicieron habito; dejar la escuela porque no le gustaba; no acabar lo que empezara; no tener ninguna responsabilidad sobre las actividades de la casa. Aprendió a gastar impulsiva mente, no ahorraba, no planeaba sus necesidades, pedía dinero cada vez que necesitaba, comía a deshoras, no le gustaba hacer ejercicio. Solo le interesaba hacer amigos, divertirse, y ser “feliz”. Julia se convirtió en una adolescente  sin estudios, sin habilidades prácticas y mucho menos especiales, nunca aprendió a reconocer sus errores, por el contrario,  tenía la idea muy popular y arraigada en su sociedad de “nunca aceptes que te equivocaste, tú tienes que parecer muy segura y nunca admitir el error para que no te echen la culpa”.


Aceptar los errores es un sentido de debilidad en su sociedad.


 A pesar de todo la suerte la seguía, felizmente, consiguió un formidable trabajo gracias a las conexiones de sus familiares, aún a pesar de  sus carencias en habilidades, y con esta labor, ella obtuvo un respaldo financiero  que le hacia la vida más fácil. Con el tiempo conoció a un joven que compartía su manera de pensar en la vida, finalmente se casaron y como es común en su sociedad, la presiono para que dejara de trabajar ya que "él la iba a mantener", (aunque la verdadera razón para esto fueran los celos machistas) y así ella cuidaría a los chicos. Julia, feliz de no trabajar, aceptando las condiciones de su esposo decidió dejar el formidable trabajo que le habían conseguido sus familiares (pensando que los trabajos son así de fáciles de conseguir) y empezó junto con su media naranja a trasmitirle sus valores, cultura, religión, hábitos de vida y actitud a sus hijos. 




 Pasado el tiempo, al tener problemas con su marido, acabaron separandose, desde entonces, ella no puede conseguir un trabajo que no sea ganando el mínimo, debido a su falta de habilidades y escasa educación, y también por tener que ocuparse de sus hijos.
Julia se refugia en su religión esperando un milagro para poder resolver sus problemas. Llena de presiones mentales por la carencia de dinero para satisfacer las necesidades básicas de alimentación y con la presión de que sus hijos también estaban saliendo mal en la escuela, opto por sacarlos. 

Estancada financiera mente hablando, en marcado retroceso personal y ahora familiar, Julia no ve ninguna forma de  resolver sus problemas. La historia aun no termina, el horizonte se ve lleno de nubes negras  y de mal agüero, ¿Qué será de Julia?
Amamos a nuestros hijos y muchas veces en esa mal interpretación del amor incondicional, los perjudicamos. Dejándolos inclusive como julia que crezcan en piloto automático, adquiriendo hábitos, actitudes y falta de habilidades o educación que perjudicaran su vida y muy probablemente la de sus  descendientes al trasmitirlos de generación en generación.


Existe varios programas de televisión  llamados: ”Súper niñera” “Padres desesperados”, “adolescentes rebeldes” e “intercambiando esposas” donde casi sin excepción se ve claramente como los Padres perjudican a sus hijos de tanto que los aman.  El problema se ha incrementado en la sociedad a tal punto que el gobierno y las entidades privadas  y académicas se han abocado a obtener métodos de educación para padres donde se les enseñe como cuidar a sus hijos y no dejarlo a su instinto. De allí que surgieran Manuales como el del estado de Jalisco, el de “escuela para Padres”  e investigaciones como el proyecto “abecedarian” en EU, entre otros, con la finalidad de ofrecer a la sociedad algo con lo cual ellos puedan progresar dándole bases a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
Todo mundo quiere mejorar constantemente, el primer paso para conseguirlo es tener una actitud positiva y progresista, el segundo paso es tener el hábito si se quiere, de aprender aceptar sus  errores.  En la medida que nuestra autoconfianza crezca y sepamos que nadie es infalible, que está bien y es normal cometer errores, podremos aceptar cuando los cometemos, corregirlos y mejorar nuestro desempeño. Esta es la única manera de empezar a tener un progreso continuo. Este se diría es el primer habito de muchos para nuestro beneficio. Lejos de ser una señal de debilidad y vergüenza, el aceptar nuestros errores nos hace más fuertes en carácter y nos da más confianza al mejorar cada vez mas nuestro desempeño como seres humanos y la gente aprenderá a respetarte por ser alguien en quien pueden confiar.



Al perderle el miedo a ver nuestros errores nos pondrá en una posición más positiva, para, si estos de alguna manera afectaron a terceros, tener la madurez de pedir  perdón o disculpas y continuar con nuestra vida mejorando como personas al evitar esta falta.
En cualquier deporte, al comenzar, siempre cometemos errores, la práctica y el conocimiento de las reglas nos permite jugar sin  caer en ellos  o hacerlo con las menores faltas posibles que de otro modo podrían inclusive expulsarnos  del partido de seguirlas cometiendo. En la vida real se traduciría en perdida de amistades, relaciones amorosas, despidos laborales, excomuniones y hasta la cárcel. La vida también tiene sus reglas.
Si al crecer, nuestros Padres confundiendo el amor que nos tienen, no nos dan disciplina y hábitos correctos, y no nos enseñan lo que es la actitud. Creceremos sin límites, ni reglas, tendremos siempre problemas con cualquier organización y sus personajes de autoridad: En la escuela, en el trabajo, en el deporte, inclusive en nuestras relaciones y matrimonio. No tendremos orden y por consiguiente siempre tendremos problemas para conseguir empleo, para mantener nuestras amistades y tristemente tal vez no sepamos porque la gente nos rechaza. No sabremos lo que es el respeto por los demás y como los afectamos, echando a perder nuestro futuro. Nos gastaremos el mucho o poco dinero que nos caiga sin reglas de ahorro, propósito o presupuesto, cayendo en una espiral de deudas constante, asfixiándonos, y sin permitirnos progresar en las demás aéreas de la vida humana: espiritual, social, salud, etc.… Este gasto excesivo y fuera de la realidad aunada a la falta de habilidades que nos permitan cada vez ganar más, nos dejaran estancados y en constante retroceso en nuestra vida.  Citando a Oscar Lewis  en su libro “Los hijos de Sánchez” hablando sobre la cultura de la pobreza y sus características entre las personas que abarca, aparte de la falta de orden y caos diario menciona: “la lucha constante por la vida, periodos de desocupación, bajos salarios, una diversidad de ocupaciones no calificadas…ausencia de ahorros, una escasez crónica de dinero en efectivo… “   La cultura de la pobreza son hábitos, actitudes y falta de habilidades del grupo que la conforman, enseñando estos de generación en generación. A no ser que los miembros de la familia vayan cambiando su forma de pensar y hacer, no podrán salir de ella.


Su Padre que los ama,
Fernando Joel Cortés Mendoza.

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